Sé que no tiene motivos para mentir.
Sin embargo, cuesta relacionar este gran montículo con la realidad
de las personas que descansan bajo él, de carne y hueso. El cielo
está tan vacío como siempre, el mundo está callado. Mis oídos
capta el viento, el susurro de las hojas, el lejano gorjeo de un
pájaro. La calma de la naturaleza tranquila. No puedo evitar
preguntarme cuánto tiempo tardarán los arboles y la hierba en
devorar estas tumbas, cuánto tiempo pasará hasta que sea imposible
saber si enterraron a alguien aquí.
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