¿Lo peor? Fuera diluvia. No el típico chaparrón de abril,
sino una lluvia tipo tío-dónde-está-mi-arca. La clase de lluvia que te insufla
ganas de esconderte en un bar oscuro, beber vino y comer queso, y después
tener sueños disparatados toda la noche. Pero mi presupuesto no es de
vino-tinto-y-queso. Mi presupuesto es de perrito-caliente-y-zumo-de-papaya. Así
que aquí estamos.
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