Parecía un día normal, y en realidad lo era. Por la mañana, suena la alarma a las 8:30, luego toca sentarse en el sofá y buscar algo en youtube; más tarde hay que ordenar la habitación (hacer la cama y preparar la ropa); cuando ya es una hora decente se limpia el salón y diferentes partes de la casa; y llega la hora de ir a hacer recados. Lo normal ir a la frutería, recargar la tarjeta del bus, ir al banco y por fin todo termina en el super. Allí sin comerlo ni beberlo, como si algo (llamémosle destino) quisiera que eso sucediera, mire hacia la puerta y allí estabas. Entrando por la misma puerta por la que yo había pasado hacia escasos minutos. Creo que ibas acompañado, en eso no me fije. Me centre en ti, y todo lo que mi madre me dijo, tampoco lo recuerdo. Por ser totalmente franca no se ni la ropa que llevabas. Te miré a la cara, sobretodo a los ojos para saber si tú también me mirabas. Y ojala así fuera. Porque no logre saberlo. Bueno, en realidad sí, te encontré varias veces mirándome. En ese momento me acorde de la Bárbara de hace unos años cuando miraba a algún chico que le gustaba y que creía imposible. Y en ese momento no me pareciste imposible. Pero también sé que en este preciso instante esta historia que podría llegar a ser NUESTRA historia no es posible. Y que sepas que si te vuelvo a ver pronto, te mirare de la misma forma, para ver si te acercas y me preguntas mi nombre. Porque ahí empezará todo.
P.D: si algún día lees esto, por la razón que sea, quiero que sepas que esa no fue la primera vez que te mire de esta manera. Llevo años mirándote.
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